En pleno siglo XXI, todos los que desarrollamos nuestra actividad en la llamada sociedad de conocimiento nos hemos acostumbrado a un ritmo de cambio para el que no hemos sido preparados. Si dejamos al margen actividades propias relacionadas con cadenas de producción, procesos industriales preestablecidos o, más concretamente, trabajos donde la toma de decisión no forma parte de la propia actividad, nos encontramos con que, en mayor o menor medida, todos somos superados en ocasiones por los acontecimientos. ¿Te suena alguna de las siguientes situaciones?
- Bandeja de email desbordada
- Multitud de llamadas por atender y realizar
- No llegar a tiempo a una reunión … o a recoger a los niños
- No estar satisfecho plenamente con el plan estratégico que has presentado… por falta de tiempo
- Olvidar la compra de algo que necesitas para hacer una reparación en casa
- Acudir al médico sin llevar los análisis que te mandó… porque se te olvidó hacerlos
- No he dado respuesta a este cliente, ni a este, ni a este, …
- Etc…
Hoy en día los avances tecnológicos (dispositivos móviles, el correo electrónico, las redes sociales,…) hacen que las posibilidades de intercambiar información se hayan incrementado exponencialmente respecto a hace 20 años. Este hecho no es negativo en sí mismo, apostaría que todo lo contrario, pero todas las monedas tienen su cara y su cruz, y la cruz en este caso es que no hemos sido preparados para procesar de manera eficiente todas estas interacciones con nuestro entorno digital. Si además añadimos las circunstancias y eventos de relación de nuestro entorno analógico, el puzzle se complica.
En definitiva, hoy en día tenemos un gran número de inputs que, por nuestra educación y preparación, implican de manera directamente proporcional la generación de más outputs en nuestra actividad profesional y personal y, como el tiempo es finito y no lo podemos gestionar, se incrementa la variable estrés de nuestra ecuación vital.
Pero afortunadamente, hay esperanza. Al igual que las políticas tayloristas de la época de la sociedad industrial dieron lugar a una revolución en los modelos de trabajo y producción, hoy en día necesitamos nuevos modelos que nos aporten esa forma revolucionaría de relacionarnos eficientemente con nuestro entorno. Necesitamos comprender a qué nos enfrentamos, necesitamos conocer lo que hemos de emplear y cómo hacerlo, necesitamos saber que no nos han preparado para ello y necesitamos ser conscientes de que nuevas realidades, necesitan nuevas competencias. Y tal y como postula Jose Miguel Bolivar, en nuestra realidad actual una de esas competencias nuevas y clave, es la productividad personal.
Por tanto, la productividad debe dejar de ser entendida por las personas como un tema ligado estrictamente al trabajo, al jefe o a la explotación laboral. Debemos ser conscientes de que la única manera de sacar todo el provecho a nuestra vida profesional y personal, es siendo más productivos y lo mejor de todo es que:
- la productividad se puede aprender, tanto a nivel personal como a nivel de la organización o empresa
- se trata de un proceso de continuo aprendizaje y descubrimiento, ayuda al desarrollo de las personas tanto en los ámbitos profesionales como personales
- que su eficacia es logarítmica en un eje esfuerzo-resultado, donde a mayor conocimiento y práctica se obtienen mejores resultados
- está al alcance de cualquiera … que quiera aprender
Por todo lo anterior, si las personas y organizaciones queremos adaptarnos a las exigencias del siglo XXI deberemos de dejar de pensar y hacer cosas del siglo XX. Debemos de desarrollar nuevas competencias para la nueva realidad que vivimos y en este sentido, la productividad personal es la más cercana por la que podemos empezar, la que más depende de nosotros mismos y la que tenemos más a nuestro alcance.
Photo Credit: Ben Heine via Compfight cc
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